Es evidente que cuando alguien se divorcia es porque no se lleva bien con la otra parte, pero justamente la separación supone el cese de dicho problema y por lo tanto, también debería suponer el fin de las discusiones por el bien de nuestros hijos.
Los niños tienen una gran plasticidad y se adaptan a cualquier cambio, pero si las relaciones de los padres continúan siendo complicadas después de la separación, suelen quedar afectados, especialmente entre los 7 y 12 años.
Algunas recomendaciones para mitigar los efectos de la separación son las siguientes:
- El niño debe enterarse de la separación por sus padres, que son los responsables de dicha situación. Antes de los cinco años se recomienda “decir poco”, explicando lo que va suceder con palabras sencillas y adecuadas a la edad. Después se recomienda ser descriptivo, sin hacer valoraciones negativas de la situación ni de la otra parte “Discutimos mucho, es mejor que vivamos separados”.
- Es importante dejar claro a los niños que la pareja ha dejado de quererse, pero que el amor que siente por él no se verá afectado por la separación. Muchos niños se sienten abandonados en la separación y hay que dejarles claro que esto no es así.
- Es imprescindible detallar al niño qué cosas van a permanecer o cambiar en su vida diaria, dónde y con quien va a vivir, si es necesario un cambio de colegio, cuándo va a ver al padre no custodio…
- Hay que dejarles claro a los más pequeños que no hay vuelta atrás. Pensar en la posibilidad de que sus padres puedan volver a estar juntos no les permite adaptarse a la nueva situación.
- Dejar claro al niño que la ruptura no tiene nada que ver con él. A veces las parejas discuten sobre los hijos y estos pueden llegar a pensar que son los culpables de la ruptura.
- Debemos evitar por todos los medios hablar mal del otro cónyuge, someter al niño a interrogatorios cuando vuelve del periodo de visitas e imponer la presencia de una nueva pareja a los hijos, si no se está absolutamente seguro de la solidez de la relación.
El divorcio de los padres es una fuente de estrés tanto para los padres como para los hijos. Pero si tomamos la decisión de iniciar una vida por separado hay que tener la generosidad de hacerlo de la mejor manera para perjudicar lo menos posible a los hijos.